Más de 200 Grandes Premios disputados. Por todo ello tan sólo obtuvo la recompensa de una victoria , más de 30 podios y alguna que otra mediocre clasificación final en algún que otro campeonato. Sin embargo Jean Alesi se cruzó, en su andadura por los circuitos, con pilotos, escuderías, constructores y aficionados, que llenarían páginas y páginas en el cuaderno histórico de la F1.
En 1995, Alesi correría su última temporada con la escudería Ferrari. El equipo italiano le "obsequió" desde 1991 hasta dicho año con distintos monoplazas que tenían un denominador común, la poca fiabilidad de su mecánica. A causa de ello Alesi tuvo que abandonar en multitud de carreras que en consecuencia le llevo a obtener unos puntos muy por debajo de los objetivos marcados por el equipo. En 1996, tras haber logrado su única victoria en el GP de Canadá de 1995 a los mandos de una Ferrari 412t2, la escudería ficha a Schumacher para el siguiente curso. El piloto alemán que llevó montado en su Benetton a Jean Alesi hacía los boxes tras su victoria en el circuito de Guilles Villeneuve le beta indirectamente de poder liderar el equipo en 1996, cosa que Alesi esperaba en compensación a las esfuerzos y penurias pasadas en temporadas anteriores. Decide entonces abandonar el equipo.
Debía de ser un gran tipo, yo tan sólo tenía entre 8 y 10 años cuando me consideraba seguidor del francés. No sé el motivo por el cuál se convirtió aquellas temporadas en mi favorito. Supongo que el que pilotara los coches rojos con los que yo tras la carrera me ponía a jugar por el salón tendría algo que ver. Recuerdo que mi padre decía: «A mí el Alesi este no me acaba de cuajar con Ferrari...», razón no le faltaba.
Pero a lo que iba, resulta que muchos de los que pasáis de vez en cuando por el blog ya la habréis leído pero por si acaso he decidido poner en este post la carta que este ex-piloto francés de origen siciliano le ha dedicado a Michael Schumacher, el hombre que, a pesar de quitarle la oportunidad de llevar el número uno en Ferrari, debió de transmitirle la esencia pura de esa sonrisa germana, de ese gesto seguro y convincente que sólo alguien nacido para ganar puede propalar.
«Querido Michael:
No pasa un día en casa sin que mi hijo Giuliano me pregunte por tí, por tu recuperación,por esa recuperación en la que todos nosotros creemos. Recuerdo cada día todos los momentos que hemos pasado juntos desde el karting.
Estamos esperándote y queremos verte de nuevo en la pista de Go-Kart lo más rápidamente posible con en único fin, enfrentarnos de nuevo.»
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